El discurso que envuelve al consejo de administración del Sporting es un monólogo. Debido al resultado final de la temporada, pese a que los números arrojarán un ligero beneficio, la situación hace que los dirigentes estén locos por vender.
La solución del club pasa por lograr un equilibrio en un desfase financiero que ahoga más de lo que se esperaba. La pasada temporada se jugó todo a una carta, que era la del ascenso. El fracaso está ahí, repartido en la parte alícuota que les corresponde a los gestores, técnicos y futbolistas, sin que se contara con una situación como la actual.
Las inconsecuencias provocan que haya que vender para salir del atolladero, porque ahora resulta que el Sporting no es viable en Segunda. Lo que está claro es que con la estructura alimentada por Javier Fernández, no. Remodelada, tal vez. En cualquier caso, con el modelo aplicado en el fútbol español desde 1992, el capital manda. En estos casos, por ley, a la masa social le queda la alternativa de la resignación. De todas formas, esto no quiere decir que las cosas se programen para que no salgan bien, como pasó.
El principal activo en venta es el goleador Scepovic, quien considera que tiene un pie fuera del Sporting. De momento sólo hubo un interés, con aspecto de tanteo, de un club alemán. Al menos, que haya llegado a las oficinas de Mareo, con una propuesta tan ridícula que no fue ni tenida en cuenta. Parece que la salida del jugador serbio puede ser una cuestión de tiempo, pero sin pensar en regalos. Stefan ya lo sabe.
Del resto de jugadores casi no se habla, salvo las gestiones que intentan mover algunos intermediarios, conocedores de la situación del club y con indicaciones desde la ‘planta noble’.
El problema añadido es que la cotización del resto de futbolistas rojiblancos no es una solución. La necesidad dicta que es preciso ingresar un mínimo de tres millones de euros. Sin embargo, las indiscreciones de algunos dirigentes alarman con cantidades mayores, sin que se inmute la representación del principal capital social, muy dado a dejar las cosas como están. Es la táctica del avestruz.
En un análisis de la plantilla, además de Scepovic, sólo Bernardo y Álex Barrera parecen tener opciones de ser valorados en cantidades que sirvan para paliar la situación, pero no la solucionaría de una forma completa.
Es comprensible que los dirigentes rojiblancos estén locos por vender, lo mismo que la preocupación de Abelardo, por haber empezado los entrenamientos con una plantilla descompensada en algunos puestos, o la de Lozano, atado de pies y manos en el capítulo de refuerzos, hasta que el consejo encuentre las soluciones al problema económico.
También puede entenderse la preocupación en el aficionado de a pie, por el aparentemente desmesurado agujero económico, a cuyo ritmo negativo no se le pone el debido freno, aunque a los inquilinos de la grada les vale pagar para ver fútbol. A poder ser, del bueno. El dueño, a proporcionarlo. Es la fórmula para que vaya bien la empresa. Es lo que deseamos todos.