Después de las decepciones y fracasos de la pasada temporada, el Sporting afronta una nueva Liga con la ilusión puesta en el ascenso. Esta vez, Sandoval pudo hacer el equipo a su manera y a sus gustos, que parecen ser insuficientes, ya que pide dos fichajes más, un defensa y un delantero, después de las ocho incorporaciones, más los ascendidos del filial. Nunca un entrenador estuvo tan bien atendido en el club rojiblanco para confeccionar una plantilla. Lo de un central es algo que salta a la vista, pero lo de pedir otro delantero, después de hacérsele la boca agua con Guerrero y de la llegada de Scepovic, dicho en argot asturiano, es “refalfiar”. Lozano, que es el jefe, está obligado a poner a cada uno en su sitio, incluido Sandoval.
El club gijonés está afectado por unas importantes limitaciones económicas, pero su respaldo social y su capacidad de ingresos, aunque parca, le permite ser más fuerte que otros clubes que también aspiran a codearse en la zona alta. Aunque el míster madrileño quiera calificar de tabú la palabra ascenso, es el primero que tiene arranques, tal vez traicionado por el subconsciente, para hacer referencia a ello, como pasó en el festejo del cochinillo del Mesón de Cándido, en la absurda concentración de una semana en Segovia.
El caso es que el domingo llega el Castilla, completamente renovado, con gente de excelentes cualidades, pero con apariencia de bisoñez. Para el Sporting, ganar es una necesidad y una obligación. Los tres puntos son precisos, para que no empiecen las dudas, sobre todo en una época en la que el entrenador y los artistas eligieron una vía peligrosa de alejamiento con los medios informativos, que son los conductores de sus inquietudes hasta el aficionado que paga, con permiso del sueldo más inútil de una SAD en crisis. Y los chicos rojiblancos tienen obligación de demostrar su superioridad ante un rival imberbe, que empieza la Liga incompleto. Un triunfo generaría la primera ilusión.